
1. Estás comiendo menos de lo que tu cuerpo necesita
Sí, leíste bien. Comer poco puede hacer que tu cuerpo entre en «modo ahorro». Se ralentiza el metabolismo, aumentan las hormonas del hambre y el cuerpo se aferra a la grasa como mecanismo de defensa.
¿Qué hacer? Prioriza una alimentación equilibrada, rica en proteínas, grasas saludables y carbohidratos complejos. Comer bien no es comer poco.
2. No estás durmiendo lo suficiente
Dormir menos de 7 horas altera tus niveles de leptina y grelina, dos hormonas clave que regulan el hambre. Además, eleva el cortisol, lo que puede favorecer el almacenamiento de grasa abdominal.
3. Tu salud hormonal está desequilibrada
Problemas como el SOP (síndrome de ovario poliquístico), hipotiroidismo o resistencia a la insulina pueden dificultar la pérdida de peso, aunque comas bien. Y muchas veces no están diagnosticados.
4. No estás gestionando bien el estrés
El estrés crónico afecta a tu cuerpo más de lo que crees: interfiere con tus digestiones, te da más antojos, y frena el metabolismo. Comer sano no compensa vivir en alerta constante.
5. Estás enfocada solo en la báscula
Tu cuerpo cambia de muchas formas. Tal vez estás ganando músculo, perdiendo volumen o mejorando tu digestión y energía. La salud no siempre se refleja en un número.
¿Y ahora qué?
Si te sentiste identificada con alguno de estos puntos, es hora de dejar de culparte y empezar a entender tu cuerpo. En mi consulta trabajo con mujeres como tú para encontrar la raíz del problema y diseñar un plan que se adapte a tu vida, no al revés.